La ficción está sobrevalorada. Definitivamente. La máxima que afirma que “la realidad en ocasiones supera a la ficción” debe cambiarse por “en muy pocas ocasiones la ficción supera a la realidad”. La pasada semana hemos asistido al cambio de este paradigma. Ya nada volverá a ser como era. La hilarante escena de “la parte contratante de la primera parte… “ de Groucho y Chico Marx en “Una noche en la ópera” no llega ni a la altura del betún al sainete interpretado hace unos días por el Gobierno Central y el de la Comunidad de Madrid, que tuvo su escena cumbre el viernes 9 de octubre.
En menos de diez minutos pasamos de 51 zonas confinadas y normas al respecto, a 9 municipios confinados, estado de alarma light y otras normas diferentes. De poder salir “de puente” algunos, a correr a hacer las maletas todos lo que quisieron para escapar antes de la publicación gubernamental en el BOE; o de parques y jardines públicos cerrados, a abiertos; de ni poder cruzar la calle a poder atravesar todo Madrid; también de normas A para la hostelería a normas Z; y de no saber a qué a atenernos, a dudarlo absolutamente: las dos únicas certezas.
Y aunque no lo parezca por ser sector esencial y tener pocas limitaciones, a la logística y al transporte de mercancías también les afecta este despropósito, porque el resultado del sinsentido tiene que ver mucho con la previsión y el consumo, con los flujos de reposición, las compras presenciales u on-line, las entregas, devoluciones, etc.
El espectáculo político bochornoso o directamente incalificable, ha acabado con el poco crédito que aún se concedía a quien dicta las leyes ¿Se imaginan este misma trifulca tabernera e infantil, del “y tú más”, “pues mi papá es policía” y “porque lo digo yo” a golpe de decreto, en cualquier sector económico?
Ficción, realidad y despropósito
En el nuestro, sin ir más lejos, sería como cambiar de golpe las normas de circulación cada quince días o empezar ahora a discutir agriamente si es mejor conducir por la derecha, por la izquierda o ¡por el centro!. Decretar que se debe subir a una carretilla de un salto y con los pies juntos, porque es más sano, sin la mínima supervisión y justificación de un técnico en la materia. Que los europalés ahora ya no valen porque son peligrosos, para de inmediato rectificar, y luego afirmarlo de nuevo sin más argumento. Que una parte no reconociera las cifras de víctimas mortales por accidente de trabajo en almacenes como reales, porque algunas víctimas estaban poco muertas. O que no se pueden hacer –o sí- entregas urgentes de más de 5 kilos en espacios cerrados salvo en locales de calles con niños cuyo nombre empiecen por vocal -¿o era por consonante?- porque esos sí son espacios seguros…
Perdón por la frivolidad cuando hablamos de vidas humanas y de una situación muy preocupante y seria, pero es a lo que lleva este esperpento.
Seguridad, no incertidumbre
La gente de a pie, los comercios y toda la cadena logística que viene desde aguas arriba y termina, por ejemplo, en la cesta de la compra, en esa pieza de bricolaje, en aquel mecanismo eléctrico o en un accesorio para el climatizador, ni merecen, ni pueden soportar tanto vaivén jurídico. Ni se logra mejor salud y protección porque ya nadie sabe, ni cree, nada de lo que se dice –a fuerza de soportar cambios de criterio-, que es lo que argumentan unos, ni desde luego se protege a la economía, que es lo que propugnan otros.
Es más, la picaresca está servida y se busca la puerta trasera de cada nueva norma (mascarillas, aforos, confinamientos perimetrales, etc.) porque las Administraciones cada vez son menos reconocidas por un principio que, por definición, las debería sostener: autoridad.
¿Y aún nos preguntamos por qué vamos como vamos en cifras negativas de la COVID-19, quiénes son los responsables y qué resultante tiene esto en la economía y con ello en la logística?
Yo, lo tengo claro.
Pese a todo, Cuídense y cuidarán a los demás
Fuente: RICARDO J. HERNÁNDEZ
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