En algunas cuestiones es fácil emular a Nostradamus. El boticario francés del siglo XVI, publicó casi al final de su vida (1555) una obra que ha dejado a la interpretación del futuro sus presuntas profecías para cada año, nada menos que hasta el 3797. Tan herméticas en sus versos, que sirven para predecir casi cualquier suceso. Poco trabajo le hubiera dado al galo, de haberse ocupado en ello, adivinar qué sería del ferrocarril de mercancías a estas alturas del siglo XXI en Europa. Como diría otra famosa francesa, cantando con su peculiar guturalidad: “rien de rien” (E. Piaf).
Ni siquiera el compromiso global contra el cambio climático o la necesidad de abandonar la dependencia del gas y el petróleo extra-europeos, le han dado una oportunidad real de medrar a las mercancías sobre raíles. Las cifras están ahí.
En el Viejo Continente a duras penas representa el 30 por 100 del total del transporte de bienes. Y eso gracias a unos pocos países que empujan la estadística. En otros, la mayoría, como España, años y años de esfuerzos, proyectos, compromisos y pruebas-piloto, no han servido para elevar ese porcentaje. Se queda, machaconamente, rascando apenas el 6 por 100 en la última década.
Hay planes para el ferrocarril de mercancías, desde luego. Casi en cada país. Y en el conjunto de la Unión Europea se han anunciado, a través de los fondos Next Generation, grandes inversiones millonarias en infraestructuras y Corredores ferroviarios. Veremos.
En España, el Corredor Mediterráneo es la única realidad que puede garantizarse a futuro, dado su grado de desarrollo y el fuerte compromiso público-privado. Por su parte, el Corredor Atlántico, que implica a toda la Península Ibérica, necesita de la alianza hispano-lusa, formalizada sobre el papel entre ambos Gobiernos. Y, también, de decisiones coherentes que miren al futuro más allá de las urnas. Va para largo. Muy largo.
El caso es que seguimos detenidos en la vía muerta del 4 por 100 de mercancías movidas por ferrocarril en Iberia. Y perdiendo cada día kilómetros de infraestructura ferroviaria histórica –el mayor coste y la mayor barrera para su impulso-, que se muere por desuso. Mientras, nuevos trazados proyectados, re-proyectados y por fin aprobados, aunque escasos, avanzan con lentitud exasperante. En el Sur y en el Norte. En el Este y en el Oeste. Y siempre, a la sombra y con envidia del transporte ferroviario de pasajeros (España es el primer país de Europa en km de Alta Velocidad). Las mercancías, claro, no votan.
El ferrocarril de mercancías que ya tenemos
Aún así, buena parte de las infraestructuras y los terminales necesarios están ahí. Europa suma unos 360.600 km de vías férreas, de los que 269.100 son interconectables (excluidos, Irlanda y Rusia). Destacan la red de Alemania (33.600 km), Francia (29.600 km), Italia (20.200 km) y España (15.600 km). Por ahí se puede empezar a crecer. Y con la palanca de las conexiones ferro-portuarias, ya hay un ancho camino trazado sobre raíles.
Esta misma semana (20 de octubre) se celebra en Zaragoza, Rail Hub Ibérico. Un encuentro que sin duda despierta interés. Entre otras cuestiones, se van a abordar “La importancia para los puertos de los corredores ferroviarios de la Península Ibérica y su conexión con el resto de Europa” o el “Punto de vista de los operadores de tráfico ferroviario en Europa”. Si depende del conocimiento y entusiasmo de personas como Salvador Galve, quien abrirá la jornada como presidente de Corredores.eu (Alianza Europea para el Desarrollo de Corredores Ferroviarios y Redes Trans-Europeas de Transporte TEN-T para la Vertebración de la Península Ibérica y sus conexiones con el resto de Europa), tanto lo que allí ocurra, como lo que pueda suponer de impulso a ese modo de transporte, será relevante.
Yo no me lo voy a perder y espero que sea una oportunidad real de ver como la trastienda del transporte de mercancías por ferrocarril se convierte en escaparate. Que lo que tiene que ocurrir suceda cuanto antes, en un horizonte energético y medioambiental útil. Que “donde dije digo” –léase impulso a este modo-, lo siga diciendo, sin pausa, los próximos años.
Y que la profecía sea por una vez positiva y hagamos trampa a Nostradamus, provocando que el augurio se cumpla, al ritmo que crecen las mercancías transportadas sobre raíles.
Autor: RICARDO J. HERNÁNDEZ