El puerto de cinco orígenes y las mil rutas marítimas

El puerto de cinco orígenes y las mil rutas marítimas

Cartagena ha evolucionado durante 150 años para convertirse en nodo de intercambio de mercancía entre el Mediterráneo y África

Hay quien cuenta que un tal Miguel de Cervantes, montado en una mula, emprendió la misión de reclutar a los mejores poetas españoles para librar una batalla contra los poetas mediocres. La epopeya comenzaba a bordo de un barco con destino al Parnaso. El buque partió desde un puerto “al que los de Cartago dieron nombre, cerrado a todos vientos y encubierto, a cuyo claro y singular nombre […] descubre el sol y ha navegado el hombre”. Se podría decir que la descripción actual del puerto de Cartagena es más acotada que la de Cervantes en 1614. En realidad, la relación entre Cartagena y su puerto ha sido la de dos viejos amigos que han crecido de la mano y se han transformado al mismo tiempo: desde la antigüedad, la ciudad ha crecido de la mano de la actividad marítima y a su vez el puerto ha evolucionado en función de las necesidades de la ciudad. El resultado es que incluso desde antes de su creación oficial, el puerto de Cartagena ha servido como nodo para infinidad de rutas de todo tipo y condición.

El puerto abasteció de metales, alimentación y tejidos a numerosas civilizaciones a lo largo de su historia

Ya durante sus primeros años de existencia, Cartago se definió como núcleo multicultural: la presencia de cartagineses, romanos, bizantinos, visigodos y árabes en la península ibérica dejó su impronta en las fortalezas, en la cultura y en la forma de concebir el puerto como un lugar de intercambio comercial y también de defensa estratégica. “Desde que los cartagineses fundaron Qart Hadasht y los romanos la convirtieron en Carthago Nova, la bahía de Cartagena ha sido un enclave privilegiado por su posición natural y su fácil protección ante vientos y corrientes”, describen desde la actual Autoridad Portuaria de Cartagena, cuyos 150 años se celebran este 2025. Durante la dominación árabe mantuvo la conexión con puertos del norte de África y del Mediterráneo oriental y bajo el Imperio Romano, el puerto destacó como centro de distribución de metales y productos alimentarios.

Evidentemente, cada civilización quería del puerto de Cartagena una línea directa con sus dominios. “En la época romana, la conexión con la península itálica era vital, y muchos de los buques cargados de metales, salazones y aceite se dirigían a Roma, además de mantener vínculos con la Bética y otras regiones mediterráneas”, describen fuentes del puerto. Cuando llegó la dominación bizantina, se mantuvieron rutas con el Mediterráneo oriental y con la propia Constantinopla, de manera que parte de la producción hispana — aceite y vinos, sobre todo — continuó circulando hacia Oriente. Posteriormente, con la llegada musulmana, Cartagena reforzó su contacto con el norte de África y con las rutas marítimas que unían Al-Ándalus con Egipto y otras zonas del mundo islámico. Entonces se intercambiaban cereales, especias, tejidos y productos metalúrgicos. Posteriormente, durante la Reconquista y la integración de Cartagena en la Corona de Castilla, se volvió a mirar hacia Italia, especialmente a Génova y Venecia, y a puertos del Mediterráneo occidental y ciudades norteafricanas, lo que aseguró la entrada de manufacturas y la salida de productos agrícolas, salazones y metales.

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