La Ley de Contrato de Transporte Terrestre, que entró en vigor el pasado viernes, se convierte en una “herramienta necesaria” para mostrar el camino de la salvación al sector, aunque no es la panacea. La crisis ha puesto de manifiesto la urgencia de un giro de 180 grados que las empresas deben acometer cuanto antes.
La crisis está sirviendo para poner de manifiesto la necesidad y urgencia de un cambio radical en el sector del transporte terrestre de mercancías, sobre todo en la carretera. Antes de la recesión, la necesidad de una mayor oferta camufló unas carencias que la mayoría de las empresas de transporte arrastraban. Ahora, la caída de la actividad debe tomarse como punto de partida para empezar a tomar medidas que aseguren la supervivencia de uno de los sectores más afectados por la crisis.
El primero y más necesario de los cambios es el de ganar tamaño. Los datos revelan que, a pesar de lo que pueda pensarse, el sector del transporte terrestre no es un sector de autónomos. Según datos del Ministerio de Fomento, más del 50% de la flota española está en empresas de más de cinco vehículos. Aunque el tamaño medio de las empresas ha crecido, no puede hablarse de concentración empresarial, ya que éstas han preferido invertir en la adquisición de nuevos camiones en lugar de unir sinergias con sus competidores. Sin embargo, fuentes de Fomento advierten que esta “concentración” sí se ha dado en la comercialización de los servicios de transporte: El 50% de la facturación total de las 500 empresas de transporte más fuertes lo acumulan las diez primeras.
Además, este aumento de tamaño empresarial se hace si cabe más necesario teniendo en cuenta la coyuntura del sector en los últimos dos años. La subida de los costes ha sido una constante, un incremento que no ha podido compensarse con una mayor productividad dadas las limitaciones con las que cuentan las empresas: límites de velocidad, de peso, horas de conducción, etc. La consecuencia en este proceso ha sido la desaparición de numerosas empresas, sobre todo pymes.
Por otro lado, la paulatina complejización del mercado del transporte terrestre, en particular, y del logístico en general, ha provocado que las empresas deban asumir cada vez un mayor número de funciones. Varias fuentes consultadas aseguran que la externalización de estos servicios, una tendencia que comienza a ganar presencia, va a ser una constante a partir de ahora. “Los cargadores ya no piden únicamente el porte entre origen y destino, sino que además exigen gestión documental, almacenaje o gestión de stocks”. En ese sentido, afirman que “es algo razonable, siempre y cuando las empresas puedan repercutir en sus clientes los costes de esos servicios”.
Tecnología y gestión
Sin embargo, dicha concentración de servicios sólo pueden asumirla las grandes empresas, compañías que disponen de, además de grandes flotas, superficies habilitadas para todo tipo de operaciones logísticas. “A pesar de todo, tanto grandes empresas como pymes deben estar preparadas para una demanda cambiante”.
El resto del cambio que debe afrontar el sector pasa por un incremento de la profesionalización de empresarios y trabajadores y de la implantación de nuevas tecnologías.
En el primero de los casos, habría que ahondar en la formación continua de los transportistas, por un lado, y en la mejora de gestión empresarial, por otro, un extremo que Emilio Sidera, subdirector general de Ordenación y Normativa del Transporte Terrestre del Ministerio de Fomento resumía con esta frase: “Los empresarios deben comenzar a saber menos de camiones y más de gestión empresarial”.
En cuanto a las nuevas aplicaciones tecnológicas, hay que ponerlas en marcha tanto en las actividades ligadas directamente al transporte como en la mejora y optimización del día a día de la empresa. “En definitiva”, afirma Sidera, “como mínimo, se debe tener el mismo nivel que el cliente”.
Nueva Ley de Transporte, hacia la modernización del sector
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