El barco nazi protagonizó en 1945 la mayor tragedia naval de la historia, donde perdieron la vida más de 10.000 personas a manos soviéticas
El ‘Wilhelm Gustloff’ será por siempre recordado como el buque donde tuvo lugar la mayor catástrofe naval de la historia. Más de 10.000 víctimas, la mayoría de ellas civiles, perecieron en su interior intentando escapar del avance soviético durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente hundido frente a las costas polacas, donde ha sido designado tumba de guerra, es, sin embargo, menos conocido que otras embarcaciones más mediáticas como el ‘Titanic’, a bordo del cual perdieron la vida unas 1.500 personas. Desde crucero para la clase obrera alemana hasta buque hospital, la memoria de este barco nazi ha pasado tristemente a los anales de la historia.
UN BUQUE ENCARGADO POR HITLER
El ‘Wilhelm Gustloff’ fue construido por orden de Adolf Hitler en el astillero alemán de Blohm & Voss de Hamburgo, con la finalidad de servir como crucero vacacional para la población obrera germana. Entró en servicio en marzo de 1938, operado por la empresa Hamburg-Süd Line dentro del programa ‘Kraft durch Freude’ o ‘fuerza a través de la alegría’. Su viaje inaugural zarpó en abril con destino a la isla de Madeira, en Portugal. El buque estaba dotado de cubiertas de paseo espaciosas y alojamientos sin divisiones por clase. Además, disponía de una piscina en su interior, en la cubierta E, entre otros servicios como amplias cocinas, comedores y gimnasios.
A pesar de su gran potencial en el mundo del ocio y del placer, desempeñó esta función solo hasta 1939, cuando Hitler envió al transatlántico a España para recoger a la Legión Cóndor, los soldados alemanes que combatieron junto a Franco en la Guerra Civil española. Seguidamente fue destinado a Gotenhafen, nombre que se le daba entonces a la ciudad de Gdynia, en Polonia. Poco después, en agosto de ese mismo año, fue transformado en un ‘lazarettschiff’ o buque hospital, siendo anclado en el puerto polaco de Danzig, la actual Gdansk, hasta mayo de 1940. Entonces sirvió brevemente en Oslo a los heridos de la Wehrmacht, las fuerzas armadas alemanas. Allí se le pintó sobre su casco blanco una franja verde a lo largo de la eslora y se le agregó el emblema de la Cruz Roja Internacional en la chimenea.
Esta nueva tarea le duró poco, ya que la Kriegsmarine, la marina de guerra alemana, lo utilizó como buque nodriza de submarinos. Con ese objetivo fue trasladado a la ciudad polaca de Szczecin en octubre de 1940 y formó parte de la finalmente no ejecutada Operación León Marino para invadir Gran Bretaña. Hasta 1943, sirvió de buque cuartel de submarinos en Gotenhafen (Gdynia) y de alojamiento para la armada. En ese periodo, fue repintado de color gris naval y se le eliminaron las características como buque hospital. Además, sobre su cubierta se le instalaron ametralladoras y pasó de curar heridas a provocarlas.
OPERACIÓN ANÍBAL
Con el avance de las fuerzas soviéticas hacia territorio alemán a través de Prusia Oriental, los alemanes residentes en la zona se vieron abocados a escapar de la guerra. Ante esta situación, la Kiregsmarine hizo partícipe al ‘Wilhelm Gustloff’ de la Operación Aníbal, con el objetivo de rescatar a refugiados civiles y militares. Entre las grandes unidades marítimas que también se unieron a la operación se encontraban cruceros como el ‘Deutschland’ y el ‘Admiral Scheer’, o los transatlánticos ‘Goya’ y ‘General von Steuben’, aunque el ‘Wilhelm Gustloff’ era el mayor de todos.
El 30 de enero de 1945, día en que el ‘Wilhelm Gustloff’ debía trasladar refugiados desde Danzig, en los muelles se congregaban más de 60.000 personas. Se trataba de uno de los dos puertos principales, junto al de Pillau, desde los cuales los alemanes intentaban huir de la guerra. La situación llevó a que en el buque entraran miles de viajeros más de los que su capacidad máxima permitía. Oficialmente embarcaron unas 9.000 personas, pero la realidad es que más de 10.500 acabaron dentro del barco. Poco antes se le había drenado al buque la piscina interior para establecer un puesto de enfermería, donde ese día 373 auxiliares subieron a bordo para atender a los heridos.
Sobre las 12 del mediodía zarpó la embarcación al mando del capitán civil Friedrich Petersen y del capitán de la Kriegsmarine Wilhelm Zahn. A la hora de decidir qué ruta tomar, se impuso el criterio de Petersen de ir por aguas profundas. Hacia las nueve de la noche, un mensaje radiofónico indicó al buque que un dragaminas se le acercaba y que había peligro de colisión. Para no chocar, Petersen dio la orden de encender las luces de navegación, que hasta entonces habían estado apagadas con el fin de no ser avistados. Fue entonces cuando el ‘Wilhelm Gustloff’ fue detectado por el submarino soviético S-13, bajo el mando del oficial naval Aleksandr Marinesko, quien ordenó inmediatamente torpedearlo.
Un par de minutos después de las nueve de la noche, tres de los cuatro torpedos lanzados impactaron contra el buque. El primero alcanzó la proa; el segundo la piscina interior, donde las enfermeras cuidaban a los heridos; y el tercero la popa, en la sala de máquinas. En pleno invierno, con temperaturas bajo cero, el pánico cundió e impidió una evacuación ordenada. Las lanchas salvavidas eran insuficientes para el número de personas que había en su interior. Tres cuartos de hora después, el ‘Wilhelm Gustloff’ tocó el fondo del mar a unos 45 metros de profundidad.
Inmediatamente tras la ofensiva, diferentes embarcaciones que escoltaban al buque acudieron al lugar del hundimiento. Debido a la magnitud de la tragedia, poco pudieron hacer. Entre todas consiguieron salvar a unos 1.000 supervivientes, entre los que se encontraban ambos capitanes, y fueron trasladados al hospital danés ‘Rey Olaf’. No obstante, perecieron unas 10.000 personas, en un drama que se suma a los horrores de una guerra como siempre injusta que estalló hace justo 80 años.
Fuente: El Mercantil