Herman Sörgel pensó en desecar el Mediterráneo para crear una presa en el Estrecho de Gibraltar para abastecer de electricidad a Europa
“Respecto a su nombre, dice la fábula que este mismo Hércules fue quien separó ambas cumbres, antes unidas por una cadena montañosa continua, y que por ello, el Océano, hasta entonces contenido por esa mole montañosa, inundó los espacios que hoy ocupa”. Pomponio Mela escribió ‘Los trabajos de Hércules’ en el siglo I d.C. Miles de años después, un arquitecto alemán se preguntó si sería posible realizar el mismo tipo de trabajo, pero a la inversa. Herman Sörgel tuvo una visión en 1928: si se desecaba parcialmente el Mediterráneo, podría llegar a producirse energía eléctrica en volúmenes hasta entonces desconocidos. Por ello, se planteó rediseñar con manos humanas lo que la Naturaleza había creado con la separación de Pangea. Al principio nombrada Panropa y posteriormente bautizada como Atlantropa, su visión consistía en la construcción de una inmensa presa en el Estrecho de Gibraltar cerrando el Mediterráneo y dejándolo aislado del Atlántico. Implicaba a dos continentes enteros (Europa y África) y parte de un tercero (Asia-Oriente Medio) y habría tenido consecuencias inimaginables en cualquiera de sus lecturas para millones de personas de haberse llevado a cabo.
La presa del Estrecho de Gibraltar planteada por Herman Sörgel sería la mayor instalación hidroeléctrica del mundo
Además de Sörgel, el germen de aquella proeza se implantó en las cabezas de otros arquitectos, la mayoría alemanes, como Peter Behrens, Cornelis van Eesteren, Hans Poelzig, Fritz Höger, Hans Döllgast y Emil Fahrenkamp. Todos ellos aportaron un conjunto de reflexiones infraestructurales, territoriales, paisajísticas, urbanas y arquitectónicas. “Si atendemos al contexto histórico, Europa se encontraba fragmentada tras la I Guerra Mundial en los años 20 del siglo pasado, y Sörgel pretendía unirla a partir de la creación de un nuevo territorio para hacer frente a la competencia económica de Estados Unidos y la incipiente y cada vez más creciente Asia”, explica el doctor en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid, Carlos Arteaga. Como muchos otros estudiosos, teóricos y profesionales de la arquitectura de infraestructuras, Arteaga ha investigado y escrito largo y tendido sobre un proyecto que quedó borrado del imaginario colectivo durante cerca de un siglo y que recientemente ha vuelto a asomar al debate público, motivado por los conflictos geopolíticos actuales.
Analizando la idea con profundidad, a simple vista parece una locura, pero bebía de una lógica aplastante. “El crecimiento demográfico, el consumo de recursos naturales y la creciente demanda de energía fueron cuestiones que marcaron de forma continua y sustancial el curso del siglo XX”, apunta el profesor de Geografía de la Universidad Técnica de Munich, Felix Mauch. “Las nuevas innovaciones en el transporte y la expansión de las redes eléctricas por todo el mundo industrializado exigían nuevos planteamientos para resolver el problema energético”. Así, el 1 de marzo de 1928, Sörgel prometió que Atlantropa ofrecería una fuente de energía inagotable, vastas cantidades de materias primas y un nuevo ‘Lebensraum’ (el concepto alemán referido al espacio vital y al modo de vida) para innumerables personas. Sörgel aseguraba que construyendo esa presa gigante en Gibraltar se podría crear la mayor instalación hidroeléctrica del mundo que cubriría la mitad de las necesidades eléctricas de Europa y cortaría el principal suministro de agua al Mediterráneo aislándolo del Atlántico por Tarifa (Cádiz).
“La tierra ganada se utilizaría para la agricultura, ampliar infraestructuras y para ciudades enteras”
Felix Mauch Profesor de Geografía de la Universidad Técnica de Munich
Dicha evaporación mediante un método de salinización provocaría un descenso del nivel del mar de hasta 200 metros y crearía nuevas extensiones de tierra por la costa, además de conectar Europa con África por medios terrestres, fusionándose ambos en una unidad. “Esta masa de tierra recién ganada se utilizaría para la agricultura, la ampliación de infraestructuras y como emplazamiento de ciudades enteras”, describe Mauch. En total, Sörgel se planteaba hacer emerger del Mediterráneo más de 600.000 kilómetros cuadrados de terreno, una superficie equivalente al terreno que ocupa Francia. “Sörgel abría la puerta a transformaciones económicas más profundas, previendo que las principales industrias europeas se instalasen en la provincia de Cádiz, aprovechando la proximidad de los puertos y la central hidroeléctrica para satisfacer el volumen de abastecimiento de materias primas y de electricidad que requerían”, cuenta el arquitecto y urbanista Plácido González. La ambición de este proyecto no conocía límites y tampoco ha vuelto a replicarse en ningún otro proyecto de urbanismo global que haya conocido la Humanidad. Sus números marean.
La construcción de la gran presa del Estrecho de Gibraltar, situada entre Tarifa y Algeciras, supondría levantar un dique de 35 kilómetros de longitud, de 300 metros de altura y de 500 de ancho. Los primeros bocetos de la presa fueron diseñados por el ingeniero suizo Bruno Siegwart, antiguo director de Royal Dutch Shell y Siemens & Halske, apunta Plácido González. Sörgel le confió a él los estudios de viabilidad del proyecto y el suizo propuso aprovechar la línea de menor profundidad del Estrecho. De esta forma, podría construirse una presa con un diseño curvo y una longitud total de 56 kilómetros. A su vez, podría estar compuesta de dos diques paralelos: el principal, de 2,5 kilómetros de ancho en la base y 150 metros en la parte superior, por el que discurriría la autopista que comunicaría Europa con África; y el segundo, que serviría como dique de defensa frente a la violencia del océano y de las potenciales amenazas del propio ser humano. La obra, de más de dos kilómetros cúbicos de volumen, habría de estar terminada en una década.
La energía producida en la presa de Gibraltar equivaldría a 50.000 megavatios, más del doble del que producen en el momento actual la central hidroeléctrica más potente del mundo, la de las Tres Gargantas en China. Estas nuevas tierras debían proporcionar cultivos para enriquecer a más de 150 millones de personas. Unos cultivos que se explotarían en África y que servirían para fomentar el crecimiento europeo, uno de los puntos más controvertidos de los que planteaba el arquitecto. “África debía ser una prolongación de Europa y su obra facilitaría dicha unión a partir de la expansión del ferrocarril”, detalla el profesor universitario Carlos Arteaga. Para garantizar el funcionamiento del ferrocarril se construirían dos infraestructuras nuevas: un túnel en el Estrecho y un puente entre Sicilia y Túnez.
Representación de una sección de uno de los puentes-presas ideados por Sörgel | Leipzigs Illustrierte Zeitung (agosto, 1931)
Por partes. El ferrocarril había demostrado ya su éxito en las colonizaciones de América o incluso en el vasto territorio australiano. Así que Sörgel tenía en la cabeza dos líneas férreas que enlazarían Berlín (Alemania), Roma (Italia) y Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Respecto al puente, se concebía más bien como una segunda presa de menor tamaño que la de Gibraltar entre la península de Italia, Sicilia y Túnez desecando también parte del mar Adriático. De este modo, el Mediterráneo se habría dividido en dos cuencas: la occidental con un nivel 100 metros inferior al normal y la oriental, con 200 metros menos. El objetivo siempre sería el mismo: producir energía eléctrica con vistas a un posible agotamiento a largo plazo de los recursos de carbón y petróleo, y que Europa tuviera garantizada la posesión de recursos alternativos suficientes para todo su territorio.
En sintonía con esto, se construiría lo que Sörgel denominó el ‘Segundo Nilo’, que aprovecharía el lago Chad (Chad) y el río Congo, que nace en Zambia y recorre cuatro países del centro de África. El hecho de contar con estos dos acuíferos permitiría regar el Sáhara y otras áreas estériles del interior del continente. Este nuevo río sería encauzado al Mediterráneo, donde morirían sus aguas. Además, la producción de electricidad que generarían estos dos lagos se transmitiría a Europa a través de tres líneas de muy alta tensión. La primera pasaría por el Estrecho de Gibraltar, la segunda bordearía el Mediterráneo por Egipto, Palestina y Siria para entrar a Europa por el mar Negro y el valle del Danubio; y la tercera se establecería por cable submarino entre el norte de África y e Italia a través de Sicilia. Además, Sörgel planificó la construcción de un canal a través de Francia, de Burdeos a Toulouse y Narbona, para conectar el Atlántico con el Mediterráneo y que los barcos pudieran viajar desde el norte de Europa sin tener que rodear España y pasar por Gibraltar.
Una copia del proyecto Atlantropa, inicialmente Panropa, de Herman Sörgel | Departamento de Estado de Estados Unidos
El descenso en el nivel del Mediterráneo habría dado lugar a la desecación de casi todas las ciudades y los puertos. Por eso, Peter Behrens, uno de los arquitectos del equipo de Sörgel, imaginó y diseñó diques para mantener puertos históricos como Génova y Venecia, así como planos para la construcción de otros nuevos. Un detalle de actualidad: Sörgel llegó a plantear que, con el retroceso de las aguas en la costa palestina se podría construir la que ahora se conoce como solución de los dos Estados. El tan ansiado Estado Judío-Palestino. “Sus cálculos estimaban que en un periodo de 150 años era posible provocar la evaporación y trasvase de un total de 350.000 kilómetros cúbicos de agua, lo que alteraría el equilibrio geopolítico mundial”, asegura Plácido González. “En el mapamundi de Sörgel, Europa se marcaría de color gris, mientras que África se teñiría de verde. Una indicación cromática que servía para determinar el futuro industrial de la primera y el agrícola de la segunda, por la transformación del Sáhara en un vergel, la nueva despensa del Viejo Continente”.
El arquitecto alemán demostró en uno de sus múltiples escritos sobre Atlantropa que aquella locura tenía mucho de premonitoria. “La vasta red de suministro de energía que será habilitada por la presa hidroeléctrica de Gibraltar sólo revelará su verdadera importancia después de la próxima guerra, que será instigada por la ideología, pero decidida por el combustible, cuando nos veamos obligados a cambiar el motor de combustión por el coche eléctrico […]. Entonces querremos fuentes de energía eléctrica a cualquier precio. Entonces recordaremos que la fuerza de 12 cataratas del Niágara ha estado durmiendo sin ser utilizada en el Estrecho durante miles de años, mientras los pueblos se masacraban unos a otros […], mientras las ambiciones técnicas de la humanidad se dirigen sólo hacia el egoísmo”. El año era 1928. Brujería.
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